¡Cuán fácil juzgamos a los demás según nuestro propio código! ¡Que pronto olvidamos la singularidad de todo ser humano y los hacemos iguales a nosotros!.
Nos herimos a nosotros mismos al no creer lo que nos cuentan sólo porque nosotros no habríamos actuado así. Nos sentimos engañados con sus verdades, agredidos por sus silencios e incluso ofendidos con sus caricias.
Estamos en la posesión de la verdad, del savoir faire y el resto del mundo se equivoca. Todavía más cuando el resto del mundo es de otra cultura, con otros valores y una forma diferente de entender las relaciones, la vida e incluso la muerte.
Escribo en verde, el color de la esperanza. Esperanza de que conseguiré cambiar, aprendere a escuchar sin juzgar lo que oigo, crearé pensamientos dulces que cambiarán mi desconfianza por paz, que generarán amor.
Esperanza de que aprenderé a dejar que los demás vivan su vida para por fín poder yo vivir la mia.